domingo, 13 de septiembre de 2015

DESVIACIONES DE UNA SANA RELACIÓN DE PAREJA

El hombre moderno está enajenado de si mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Todos tratamos de estar tan cerca de los demás como sea posible, sin embargo todos permanecemos tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar el sentimiento de separación. Por eso para la mayoría de las personas en el amor y el matrimonio, lo más impor­tante es encontrar un refugio de la sensación de soledad que, de otro modo, sería intolerable. En el «amor» se encuentra, al fin, un remedio para la soledad. Se establece una alianza de dos contra el mundo, y se confunde ese temor con amor e intimidad.

Esta postura, aunque es comúnmente aceptada por millones de personas, está equivocada en cuanto al concepto del amor se refiere. La prueba de ello es que la relación de pareja es una de las facetas más problemáticas en el hombre moderno. Se han generado patrones de conducta muy complicados, los que normalmente se agrupan bajo el nombre de “comportamientos neuróticos”. La condición básica del amor neurótico radica en el hecho de que uno o los dos «amantes» han permanecido psicologicamente ligados a la figura de un progenitor y transfieren los sentimientos, expecta­tivas y temores que una vez tuvieron frente al padre o la ma­dre, a la persona amada en la vida adulta. En tales ca­sos, la persona sigue siendo, desde el punto de vista afectivo, una criatura de dos, cinco o doce años, mientras que, intelec­tual y socialmente, está al nivel de su edad cronológica. Esta inmadurez emocional conduce a complicaciones en la relación, que muchas veces llevan a que esta termine a través de un divorcio. Entre las más comunes podemos mencionar las siguientes:

1.- La persona que es educada para amar al prójimo en lugar de sí misma.
Presumen un gran interés altruista por los demás; sin embargo, sufren de problemas como depresión, fatiga, incapacidad de trabajar, fracaso en las relaciones amorosas, etc. Esconden tras la máscara de la generosidad la incapacidad de tener una buena relación con ellos mismos. Este tipo de personas «no quiere nada para sí misma»; «sólo vive para los demás», está orgullosa de no considerarse importante; cosas que en principio son buenas pero desgraciadamente no son honestas y acaba generándose mucho conflicto psicológico.

2.- Hombres que han seguido una relación infantil con la madre.
Se trata de hombres que, por así decir, nunca fueron destetados; siguen sintiendo como niños; quieren la protección, el amor, el calor, el cuidado y la admiración de la madre; quieren el amor incon­dicional de la madre, un amor que se da por la única razón de que ellos lo necesitan, porque son sus hijos, porque están desvalidos. Tales individuos suelen ser muy afectuosos y encanta­dores cuando tratan de lograr que una mujer los ame, y aun después de haberlo logrado. Pero su relación con la mujer (como, en realidad, con toda la gente) es superficial e irrespon­sable. Su finalidad es ser amados, no amar.

Si han encontrado a la mujer adecuada, se sienten seguros, en la cima del mundo, y pueden desplegar gran canti­dad de afecto y encanto, por lo cual suelen ser engañosos. Pero cuando, después de un tiempo, la mujer deja de responder a sus fantásticas aspiraciones, comienzan a aparecer conflictos y resentimientos. Si la mujer no los admira continuamente, si re­clama una vida propia, si quiere sentirse amada y protegida, y en los casos extremos, si no está dispuesta a tolerar sus asun­tos amorosos con otras mujeres (o aun a admirar su interés por ellas), el hombre se siente hondamente herido y desilusionado, y habitualmente racionaliza ese sentimiento con la idea de que la mujer «no lo ama, es egoísta o dominadora». Todo lo que no corresponda a la actitud de la madre amante hacia un hijo encantador, se toma como prueba de falta de amor.

3.- Cuando la figura dominante es el padre.
Los casos en que la relación principal se establece con el padre ofrecen otra forma de patología neurótica. Un caso ilustrativo es el de un hombre cuya madre es fría e indiferente, mientras que el padre (en parte como consecuencia de la frialdad de la madre) concentra todo su afecto e interés en el hijo. Es un «buen padre», pero, al mismo tiempo, autoritario. Cuando está complacido con la conducta de su hijo, lo elogia, le hace regalos, es afectuoso; cuando el hijo le da un disgusto, se aleja de él o lo reprende. El hijo, que sólo cuenta con el afecto del padre, se comporta frente a éste como un esclavo. Su finalidad principal en la vida es complacerlo, y cuando lo logra, es feliz, seguro y satisfecho. Pero cuando comete un error, fracasa o no logra complacer al padre, se siente dismi­nuido, rechazado, abandonado.

Pero en su relación con las mujeres, permanecen apartados y distantes. La mujer no posee una im­portancia central para ellos; suelen sentir un leve desprecio por ella, generalmente oculto por una preocupación paternal por las jovencitas. Su cualidad masculina puede impresionar ini­cialmente a una mujer, pero ésta pronto se desilusiona, cuando descubre que está destinada a desempeñar un papel secundario al afecto fundamental por la figura paterna que predomina en la vida de su esposo en un momento dado; las cosas ocurren así, a menos que ella misma esté aún ligada a su padre y se sienta por lo tanto feliz junto a un hombre que la trata como a una niña caprichosa. Esa figura paterna puede ser un hermano, socio de negocios, amigo, compadre, etc cuando el padre biológico ya no está.

4.- Cuando los padres fingen que todo está bien.
Más complicada es la clase de perturbación neurótica que aparece en el amor basado en una situación que se produce cuando los padres no se aman, pero son demasiado reprimidos como para tener peleas o manifestar sig­nos exteriores de insatisfacción. Lo que se experimenta es una atmósfera de «corrección», pero nunca permite a los hijos un contacto íntimo con el padre o la ma­dre y por consiguiente se desconciertan y atemorizan .
Esta situación afecta mucho más a las hijas que a los hijos. Nunca están seguras de lo que sus padres sienten o piensan; siempre hay un elemento desconocido, misterioso, en la atmósfera. Como re­sultado, la niña se retrae en un mundo propio. Esa retracción da lugar al desarrollo de una angus­tia intensa, de un sentimiento de no estar firmemente arraigada en el mundo, y suele llevar a tendencias masoquistas como la única forma de experimentar una excitación intensa. Tales mu­jeres prefieren por lo general que el esposo les haga una escena y les grite, a que mantenga una conducta más normal y sensata, porque al menos eso las libera de la carga de tensión y miedo; incluso llegan a veces a provocar esa conducta, con el fin de terminar con el atormentador suspenso de la neutralidad afectiva.

5.- El amor idolátrico
Una forma de pseudoamor, que no es rara y suele experi­mentarse (y más frecuentemente describirse en las películas y las novelas) como el «gran amor», es el amor idolátrico. Si una persona no ha alcanzado una sensa­ción de identidad y seguridad propia arraigada en el desenvolvimiento productivo de sus propios poderes, tiende a «idolizar» a la per­sona amada. Está enajenada de sus propios poderes y los proyecta en la persona amada, a quien adora como portadora de todo amor, toda luz y toda dicha. En ese proceso, se priva de toda sensación de fuerza, se pierde a sí misma en la persona amada, en lugar de encontrarse. Puesto que usualmente ninguna persona puede, a la larga, res­ponder a las expectaciones de su adorador, inevitablemente se produce una desilusión, y para remediarla se busca un nuevo ídolo, a veces en una sucesión interminable.

Lo característico de este tipo de amor es, al comienzo, lo intenso y precipitado de la experiencia amorosa. El amor idolátrico suele describirse como el verdadero y grande amor; pero, si bien se pretende que personifique la intensidad y la profundidad del amor, sólo demuestra el vacío y la desesperación del idólatra.

6.- El amor que evade los problemas
Otra forma de amor neurótico consiste en el uso de actitudes enfermizas a fin de evadirse de los problemas propios y concentrarse, en cambio, en los defectos y flaquezas de la per­sona «amada». Los individuos se comportan en ese sentido de manera muy similar a los grupos, naciones o religiones. Son muy sutiles para captar hasta los menores defectos de la otra persona y viven felices ignorando los propios, siempre ocupa­dos tratando de acusar o reformar a la otra persona. Si dos personas lo hacen -como suele ocurrir-, la relación amorosa se convierte en una proyección reciproca. Si soy dominador o indeciso, o ávido, acuso de ello a mi pareja y, según mi carác­ter, trato de corregirla o de castigarla. La otra persona hace lo mismo y ambas consiguen así dejar de lado sus propios proble­mas y, por lo tanto, no dan los pasos necesarios para el pro­greso de su propia evolución.

7.- La ilusión del amor perfecto
Debemos mencionar aquí otro error muy frecuente: la ilu­sión de que el amor significa necesariamente la ausencia de conflicto. Así como la gente cree que el dolor y la tristeza deben evitarse en todas las circunstancias, supone también que el amor significa la ausencia de todo conflicto. Y encuentran bue­nos argumentos en favor de esa idea en el hecho de que las dis­putas que observan a diario no son otra cosa que intercambios destructivos que no producen bien alguno a ninguno de los in­teresados.

Los conflictos reales entre dos personas que se experimentan en un nivel pro­fundo de la realidad interior a la que pertenecen, NO son des­tructivos. Contribuyen a aclarar, producen una catarsis de la que ambas personas emergen con más conocimiento y mayor fuerza. El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias, por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma desde el centro de su existencia. Sólo en esa «experiencia central» está la realidad humana, sólo allí hay vida, sólo allí está la base del amor. Ex­perimentado en esa forma, el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario con respecto al hecho fundamental de que dos seres se experi­mentan desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de si mismos.

Mientras que existan las desviaciones antes mencionadas la experiencia del amor será casi imposible. Habrá muchos altibajos en la relación; la angustia, la desconfianza y las dudas estarán siempre presentes. Dos “inválidos emocionales” no pueden establecer una relación constructiva, pero desgraciadamente en nuestra cultura se fomenta ese tipo de relación entre dos personas débiles PARA QUE UNIDOS SEAN FUERTES. Dos personas débiles juntas NO HACEN UNA PAREJA FUERTE; no necesitamos compartir nuestras vidas con “medias naranjas”. Necesitamos una “naranja completa” para que pueda generar la experiencia del amor dentro de la relación.

Si tú tienes preguntas o conocimientos que aportar sobre las "relaciones neuróticas" te invito a que visites nuestro grupo de debate sobre relaciones de pareja y manifiestes ahí tu sentimiento al respecto. Para ir a nuestro grupo has clic aquí


Si no le entiendes bien a eso de los grupos de debate preparé un pequeño tutorial que te explica lo que necesitas para participar. Para ver el tutorial has clic aquí




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